Tamaulipas lucha para que sus jóvenes sean futbolistas y no sicarios
En México hay dos verdades absolutas: el fútbol reina en cada uno de los treinta y dos estados del país, pero también lo hace el narcotráfico. Ambas realidades coexisten: mientras algunos se divierten en un partido amateur después del trabajo, otros más avanzan a gran velocidad para abrir fuego en contra de algún señalado por el crimen organizado. En algunos estados esta es una realidad diaria. Un ejemplo: Tamaulipas.
Ciudad Victoria es una de las urbes norteñas más peligrosas de México. Ahí se viven a diario conflictos entre grupos del narcotráfico, mientras las autoridades no encuentran una estrategia sólida para detenerlos. Después de doce años de guerra contra las drogas, Reynosa y Ciudad Victoria han sufrido los peores golpes. Para revertir los ataques, el gobierno estatal está creando una iniciativa para que los jóvenes se dediquen al deporte antes que al narco.
Un club local llamado Correcaminos está abriendo escuelas-semilleros para colocar la idea de un balón en mentes donde solo hay miedo. Se han registrado más de 2,500 niños para formar parte de las fuerzas básicas de este club deportivo de segunda división. La idea es distraerlos con una actividad muy lucrativa para que olviden los graves daños del narcotráfico. Pero esta última opción es aún más lucrativa que ser jugador de fútbol. Con excesos, droga y una vida rápida, los cárteles se han apoderado de la juventud.
Para lograr captar la atención de los niños se han fijado cuatro puntos principales: apoyos en nutrición, lo psicológico (muchos han vivido fuegos cruzados o tienen familiares muertos o desaparecidos por la guerra), lo académico y, claramente, lo físico. Con esto se pueden generar grandes talentos del fútbol nacional, aseguran los impulsores del proyecto, pero en dado caso de que no se logre un contrato profesional “por lo menos que sean mejores seres humanos”.
La idea es captar también a niñas, un sector totalmente olvidado y vulnerable en los territorios dominados por el narcotráfico. Ciudad Victoria ha resentido los golpes más fuerte del conflicto. Para 2018 era la cuarta ciudad más peligrosa de todo el mundo. Todo esto ha generado que haya escasas actividades para la diversión. El fútbol es de las pocas prácticas de entretenimiento que permanecer en una ciudad azotada por el calor, la violencia y la inseguridad.
Las fuerzas locales de seguridad no auguran grandes cambios. Hay muy pocos policías para la cantidad de narcotraficantes en una ciudad que no es visitada por los presidentes del país por el nivel de peligro. Hace poco, el presidente López Obrador prometió terminar con los grandes operativos de seguridad para desarticular grupos criminales a balazos. La tendencia será crear una guardia nacional para garantizar paz ciudadana antes que encontronazos con civiles armados.
Tamaulipas se ha convertido en un estado lleno de trata de blancas, secuestros, rutas migrantes y venta de drogas. Uno de sus grandes calvarios es estar lo suficientemente cerca de la frontera con Estados Unidos. A pocos metros de Reynosa, otra de las ciudades más peligrosas del planeta, se encuentra McAllen, Texas. Varias rutas de droga han elegido a Tamaulipas como su origen y a pueblos estadounidenses como su meta. En medio, los niños juegan fútbol para escapar.
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