La vida de las trabajadoras domésticas en la Cuba socialista
Un reportaje llevado a cabo por Connectas, una organización periodística sin fines de lucro de alcance a nivel Latinoamérica, pone al desnudo la situación del trabajo doméstico en Cuba. Miles de trabajadores, principalmente mujeres, trabajan jornadas de hasta doce horas para ganarse la vida. El trabajo doméstico es hoy una mejor forma de ganarse la vida en archipiélago que ejerciendo una profesión.
Del rechazo a la invisibilización en la época de la revolución.
Desde la llegada de la revolución cubana en 1959, el trabajo doméstico fue visto como un rezago de la burguesía imperante durante el gobierno de Fulgencio Batista. Con desdén, el gobierno cubano lo vio como algo denigrante y llegó al extremo de prohibirlo en 1978. Sin embargo, no desapareció, y con la liberalización gradual del país con Raúl Castro y ahora con Díaz Canel, el trabajo está viviendo un crecimiento exponencial.
La mayoría de las personas que ejercen esta labor son en efecto mujeres, producto de una sociedad que considera que es una labor para la mujer, una sociedad profundamente machista.
Desde el 2010, el número de trabajadores domésticos se incrementó exponencialmente tras la reforma económica de Raúl Castro que vuelve a traer al marco legal el Trabajo por Cuenta Propia o TCP.
Las casas de renta, hoteles, clubes nocturnos, hostales y restaurantes, han incrementado en paralelo. El país ahora recibe miles de dólares en divisas anualmente, proporcionando a los cubanos cada vez más ingresos. Una reducida pero creciente clase media demanda servicios domésticos para la atención de sus hogares.
El reportaje apunta que hasta finales de 2013, se tenían registradas un total de 3 mil 149 licencias para trabajadoras domésticas por cuenta propia. Para 2016 este número se había multiplicado hasta las 9 mil 379 licencias. Sin embargo, Connectas apunta que la realidad es muy distinta. De las veinte mujeres entrevistadas, todas realizaban la labora de manera informal, aun trabajando para patrones cubanos.
La informalidad ha permitido que la explotación se vuelva algo común. Indefensos legalmente, miles de trabajadores domésticos se enfrentan a la nueva realidad cubana. A esto se viene a sumar el descuido por parte del estado cubano, que no ha ratificado el Convenio 189 de la Organización Internacional del Trabajo que protege a los trabajadores y trabajadoras domésticas. Ailynn Torres, experta en estudios de género describió a Connectas la situación de esta manera, menciona que enfrentan un escenario laboral:
«Más propenso al despliegue de comportamientos y normas misóginas y a la violencia de género.»
Huyo de ser criada, terminó siendo una.
El rostro cubierto de arrugas, el cabello blanco, las machas en las manos en la vejez. Delgada y de buen porte, Arbela Ramos nació en Guantánamo en 1943. Para 1960 se dedicaba a alfabetizar en las zonas más pobres del país en la Provincia de Oriente.
Rememora que tras la finalización de la revolución, el gobierno cubano buscó ofrecer a las mujeres trabajos que dignificaran su posición social. Ella se sumó a la propuesta del gobierno revolucionario y estudió para contadora. Durante esos años, el trabajo doméstico era visto como algo denigrante y nadie quería hacerlo.
Ya casi nadie quería ser criada si podía estudiar para maestra, taquígrafa, recepcionista. Trabajar de doméstica no era bien visto en un país comunista y queríamos eliminar esas diferencias de clases. Y mírame ahora, a esta edad, soy la primera criada de mi familia.
Tres veces por semana, Arbela de 75 años viaja 20 kilómetros desde el Municipio Playa al barrio de Santo Suárez en la Habana. Ahí se encuentra el lugar dónde ha laborado desde hace dos años como trabajadora doméstica informal. Desde las 9 de la mañana arriba a la pequeña casa. Sus labores son sencillas y consisten en dar de comer a los perros, limpiar la casa, recoger el desorden y cocinar. Aproximadamente a las 3 de la tarde ya está de regreso en su casa.
Por cada día de trabajo, recibe tres CUC (Peso cubano), esto le daría un ingreso de 36 CUC. Su ingreso es más del triple de lo que le da su pensión de 10 CUC por 40 años de trabajo. Con su reducido ingreso, equivalente en total a 46 dólares, se mantiene a ella misma, a su hija discapacitada y a su nieta que aún estudia.
Connectas cuestionó a Arbela sobre hasta qué edad piensa trabajar a lo que ella contestó lo siguiente.
Realmente me siento muy cansada. Son 75 años y el viaje de un municipio a otro en un autobús repleto y caliente, el cuerpo lo padece. Creo que no me quedan muchas fuerzas. Ojalá aguante hasta que mi nieta termine la universidad, pero no me veo capaz.
Más de 2 años y medio quedan para que su nieta termine la universidad. Esto implicaría que su abuela tendría que trabajar hasta los 78 años.
Cuba ha cambiado mucho. Ahora cada vez hay más mujeres de todas las edades tomando estos trabajos. En los años setenta eso era impensable.
A finales del siglo XX, el comunismo había vetado casi por completo el uso de las palabras «criada» o «doméstica». La gente que empleaba trabajadores domésticos empezó a llamarlos «la muchacha que ayuda en la casa», un eufemismo que maquillaba la realidad.
La socióloga Magela Romero expone en su tesis doctoral que la prohibición terminó por invisibilizar el trabajo doméstico. Esto terminó derivando en que nunca se desarrollara un marco doméstico para proteger a estas personas.
La universidad por el trabajo doméstico.
En un apartamento de cuatro metros por cuatro para el cual se tiene que subir por una escalera sin barandales y dónde no hay ventanas y el techo es de madera, Brenda Márquez narra cómo dejó la universidad para convertirse en una trabajadora doméstica.
¿Por qué dejé la universidad? Porque en Cuba, dentro de una casa, se puede ganar más que como profesional. Así fue como terminé aquí.
Fue en agosto del año pasado cuando Brenda se decidió a abandonar sus estudios en Derecho en la Universidad de Pinar del Río y emprender su viaje a la Habana. Echó algo de ropa y dejó la universidad y se dirigió a la capital.
Llegó buscando un trabajo sencillo y bien pagado. Un amigo le había hablado de un hostal en el Vedado, el barrio más moderno de la capital cubana. Allí es donde terminó.
Trabajando de lunes a lunes, sin días de descanso, en completa violación del Código de Trabajo de Cuba que especifica un día de descanso a la semana y siete de vacaciones al año. Sin embargo, los trabajadores domésticos viven una realidad alterna.
Trabajo de lunes a lunes. Eso de vacaciones pagadas solo lo cubre el Estado para sus empleados. Las domésticas no tenemos descanso, ni podemos enfermarnos.
Cuestionada sobre el trabajo doméstico, la actual ministra del Trabajo y Seguridad Social de Cuba, Marta Elena Feitó Cabrera, admitió que el Ministerio determinó tras estudios, que los trabajadores por cuenta propia no requerían de la protección ante el riesgo por enfermedades.
Ser madre en tiempos de explotación.
La realidad para las madres trabajadoras es igual precaria. El Estado protege a sus trabajadores con un año de licencia de maternidad, tres meses de licencia sin sueldo y el derecho a conservar su trabajo. Las mujeres que laboran como trabajadoras domésticas, únicamente tienen derecho a 18 semanas y sin garantía de recuperar su trabajo.
Ese es el caso de Nela Martínez que lucha por tener su segundo hijo. Con casi 30 años, sabe que la maternidad le podría quitar el trabajo. No puede dejar de laborar, su hijo Diego de siete años la espera en casa.
Nela es ingeniera industrial, sin embargo, sabe con seguridad absoluta, que trabajando en su profesión nunca ganaría lo que gana ahora como trabajadora doméstica. Abandonó su labor como ingeniera para limpiar casas y lavar ropa.
Diariamente gana 10 CUC cuando menos. Con sólo tres días de trabajo, gana el equivalente a un mes de trabajo en su profesión.
Siento que estoy desaprovechando mis capacidades con un trabajo por debajo de mis conocimientos. Y eso es frustrante. Pero a veces debes elegir entre realización profesional o poder vivir con un mínimo de recursos.
El Ministerio del Trabajo argumenta que no tiene manera de «medir, exigir y controlar» el trabajo efectivo del cual derivan las vacaciones pagados. El empleador es quien termina determinándolo, sin embargo, esto se complica al haber más de uno en varios casos. Las y los trabajadores del hogar se enfrentan a jornadas muy por encima de las ocho horas de trabajo.
El desinterés no sólo está presente en el gobierno cubano, de igual manera la Federación de Mujeres Cubanas, quien según alude por proteger a las empleadas, parece no estar interesada en intervenir en el trabajo doméstico. Connectas intentó contactar con la Federación, sin embargo, prefirieron no contestar, prefirieron el silencio.
Sin derechos, sin contratos, sin ley.
Lo único que sé hacer es trabajar en las casas. Así es como puedo ganarme la vida.
Raisa Aguirre Coss tiene 43 años y reside en Altamira, un barrio pobre de la ciudad de Santiago de Cuba. Es madre de cuatro y abuela de una. No tiene ni casa propia ni estudios, ni grandes aspiraciones. Sólo quiere ser tratada bien y pagada bien.
Dos años atrás, antes de tener este empleo, estaba necesitada de trabajo y supe de una mujer que buscaba a alguien para ayudarla. Así llegué a una casa donde era tratada como una esclava, no un ser humano con derechos
Raisa trabajaba un turno de 12 horas de 6 a 6, de lunes a sábado, por un CUC al día, menos de 10 centavos la hora. Su patrona la empleaba en un negocio de comida para estudiantes. Ella asegura que nunca la dejaban descansar. Junto con el trabajo en la fonda, realizaba labores domésticas en la casa de su empleadora.
Fui maltratada muchas veces, pero no me quejaba porque podía perder el empleo y cuando hay bocas que alimentar uno aguanta.
Y es que la legislación cubana no permite a los trabajadores domésticos demandar a sus patrones por tratos injustos. El sistema judicial exige estar sindicado para acudir a tribunales, sin embargo, las trabajadoras informales no lo están. Ante esto, quedan completamente indefensas ante los embates del abuso laboral.
Después de casi un año en ese infierno me fui de allí porque el abuso era mucho.
Raisa había acordado en un principio cobrar un dólar por trabajo diario. Ella tenía una lista determinada de actividades. Sin embargo, conforme el tiempo pasó, la carga de trabajo y actividades fue creciendo hasta el punto de rayar en la explotación.
De acuerdo con el Ministerio del Trabajo y la Seguridad Social, únicamente un tercio de los trabajadores autónomos contaban con un contrato de trabajo. El país cuenta con aproximadamente 500 mil trabajadores independientes.
De cómo la burocracia mató la única agencia de empleo doméstico.
En el 2014 Carmen Tiélvez y Alba Graciela León fundaron la primera agencia independiente de empleo doméstico en un departamento del municipio Playa en la capital del país. Tenía la función de servir como enlace entre empleadas del hogar y clientes.
La empresa recibía diariamente decenas de llamadas solicitando los servicios de algún trabajador doméstico. Las solicitudes eran diversas y rayaban en lo racista en algunos casos. Tiélvez y León narran que les pedían que fueran blancas, o negras, e incluso hasta que fueran hombres gay exclusivamente.
La agencia subsistía cobrando una comisión a los empleados durante los primeros tres meses de trabajo consistente en el 30% de su sueldo. A partir del cuarto mes la relación era directamente entre el empleado y el patrón.
Su emprendimiento creció y sobrevivió de boca en boca, sin publicidad. Durante su primer año logró inscribir a más de quinientas personas, todo un hito en país tan cerrado como Cuba.
Eran María del Carmen y Alba Graciela quienes personalmente libraban las batallas contra los patrones en caso de haber conflictos. Elaboraban los contratos y buscaban que los pagos fuesen justos y las jornadas adecuadas.
Sin embargo, el estado cubano terminó por cerrar la agencia. El Ministerio del trabajo argumentó que como no existía una figura legal a la que se acomodara el emprendimiento, tenían que cerrarlo. Al parecer en Cuba «lo que no está permitido, está prohibido.»
No existe en Cuba una licencia específica que permita un emprendimiento así.
En el caso de Raisa, como se mencionó antes, terminó por abandonar el trabajo, se cansó de ser humillada y buscó trabajo nuevamente. Actualmente se encuentra trabajando en cuatro casas distintas al mismo tiempo. Labora seis días a la semana y entre las 4 casas lograr reunir unos 40 CUC al mes, unos 1000 pesos cubanos o CUP, por encima del salario medio en el país de 767 CUP.
Indocumentadas dentro de su propio país.
El decreto 217 del 22 de abril de 1997 da potestad a la policía de detener a cualquier persona en la capital cubana, pedirle sus documentos y cuestionar qué hace ahí en La Habana si supuestamente vive en otra provincia. De no probar su residencia, puede ser «deportada» dentro del país y multada.
Por su parte, el decreto 326 permite al gobierno de La Habana que empleados de empresas e instituciones del estado trabajen en la capital y mantengan su residencia fuera de la misma. Sin embargo, esto no es posible con las empleadas domésticas porque no son una empresa estatal.
Para que cualquier trabajadora doméstica labore en La Habana, necesita legalizar su «condición migratoria» dentro del mismo país por increíble que suene. Sin embargo el proceso es todo un enmarañado burocrático que requiere más de tres permisos y documentos para poder tramitarlo. Las especificaciones son extensas y difíciles de cumplir.
Con un aire de ironía, el reportaje de Connectas menciona cómo Cuba, que intentó construir un documental sin clases, terminó por revivirlas y además, condenarlas a la ilegalidad.
Puedes consultar el reportaje completo respecto al trabajo doméstico en Cuba en el portal de Connectas.