Raúl Vera, el obispo que no parece católico
Muchos han sido los frentes que desde hace años el obispo de Saltillo, Raúl Vera López ha defendido y se ha visto involucrado: la defensa de los transmigrantes centroamericanos, los mineros de carbón, los homosexuales, los indígenas, las trabajadoras sexuales, los familiares de desparecidos por la guerra contra el narcotráfico, los deudos de la mina de Pasta de Conchos y los trabajadores afiliados del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME), despedidos grupalmente en octubre de 2009.
A nivel mundial el premio de la Fundación Rafto para los Derechos Humanos es considerado uno de los galardones más importantes. Usualmente es entregado a mujeres y hombres que han sobrevivido a condenas de muerte, que han pasado años o décadas en la cárcel o exiliados, así como a los que en el pasado fueron torturados y perseguidos por pertenecer a minorías étnicas, religiosas o sexuales.
En su caso, Raúl Vera no ha sido torturado o exiliado, pero su labor en la defensa de personas que les han sido violentados sus derechos humanos, han sido suficientes para que en 2010 el obispo de Saltillo fuera reconocido con el premio Rafto.
Pero a pesar de que no ha sufrido a algún tipo de tortura o una situación de exilio, Raúl Vera toma sus precauciones: en su muñeca izquierda porta una pulsera de acero con su nombre, sus datos de contacto, su tipo de sangre y su alergia a los antibióticos. Misma que carga bajo el argumento de que si algún le disparan que sepan quién es.
¿Quién es Raúl Vera?
El pasado miércoles 3 de noviembre en la ciudad de Bergen, Noruega en el patio de la Escuela de Economía de Noruega, se dieron cita todas las mujeres y hombres que han sido reconocidos con el premio Rafto. Entre ellos se encuentra Raúl Vera López, un hombre que a parte de ser conocido por su trabajo en el activismo también lo es por su habito de dominico, cabello blanco y su gran repertorio de chistes.
Sumado a esto, el obispo de Saltillo también es famoso por su forma de ser, debido a que goza de fama de trasnochador y fiestero. Es un hombre que, a pesar de tener un rol importante dentro de la iglesia, también se siente cómodo en el bullicio de una cantina, además de tener un dominio de los gadgets, pues no por nada es llamado por su compañera de batallas, Jackie Campbell, como el Chico Mac.
El rasgo de carácter de Raúl Vera es el del apasionamiento, es un obispo que se indigna cuando escucha las historias de obreros despedidos, de campesinos despojados, de migrantes que han sido extorsionados, de homosexuales perseguidos y de las esposas de hombres desparecidos. Pero al mismo tiempo de que se encoleriza también abre paso a calidez de un abuelo que estrecha sus manos sobre quienes han sido violentados.
La vida de Raúl Vera
Así como en la década de los años 70 y 80 del siglo XX existieron sacerdotes y obispos que fueron teólogos de la Liberación, Raúl Vera retoma parte de este lenguaje marxista como cuando explica la realidad con términos como “valor de uso” y “valor de cambio”. Sin embargo, cuando alguien le pregunta si se definiría él mismo como un marxista, el obispo responde diciendo que Marx se cerró a la trascendencia y a Dios, pero en lo “económico sí le atinó”.
Durante un periodo de casi dos siglos, Raúl Vera se convirtió en el primer fraile dominico mexicano en ser elevado a obispo en la temprana edad de 42 años; el 29 de junio de 1975 fue ordenado sacerdote por el papa Pablo VI, y el 6 de enero de 1988 fue nombrado como obispo por el papa Juan Pablo II.
Raúl Vera describe su vida como una sucesión de pérdidas personales y cambio de mentalidad que lo han llevado a la autosuficiencia intelectual de un teólogo boloñés. Entre quienes ha aprendido se encuentran los habitantes de San Pedro Nexapa, una comunidad localizada a 60 kilómetros de la Ciudad de México, en donde mientras que él predicaba el evangelio que sólo conocía en la teoría, los campesinos lo vivían todos los días compartiendo el pan entre los vecinos.
Años más tarde al ser enviado a Chiapas tuvo que enfrentar una pérdida más: despojarse de las estructuras culturales que le impedían sintonizarse con las comunidades indígenas, mimas que le terminaron enseñando que el culto a Dios no se limita a las misas, sino que se le rinde con el comportamiento digno en la vida cotidiana.
“Me han ayudado mucho estas pérdidas personales, pues por encima de conservar una buena fama está mi decisión de acompañar la vida de quien es maltratado en la sociedad. Éste es el sentido profundo de la compasión: caminar con quien padece.”
El origen de una vida de activismo
El origen del obispo dominicano se halla en un pequeño puedo de Guanajuato, en donde sus padres, José Vera y Elvira López Sierra iniciaron trabajando como profesores de educación básica.
José Vera renunció a su trabajo como profesor para emplearse en la compañía ferroviaria como almacenista, esto debido a que los líderes sindicales de la región le habían ofrecido el puesto de oficial mayor en la sección sindical, ya que, también contaba con conocimientos de contabilidad, mecanografía y taquigrafía.
La influencia eclesiástica a la familia tuvo su origen en Enrique y Emilio, dos hermanos de José Vera. Quienes al ser ordenados como frailes menores se cambiaron los nombres por fray Raúl y fray Víctor, respectivamente.
El tío Raúl Vera tenía una fama de excelente predicador, misma situación que hizo en el pequeño Raúl estuviera al pendiente de los ejercicios espirituales a tal grado de aprenderse los cantos en latín.
Sin embargo, fueron los mismos tíos franciscanos lo que le surgieron a la familia que no le hicieran caso al niño Raúl cuando decía que quería ser sacerdote, siendo la recomendación que no lo metieran al seminario y esperar a que lo decidiera hasta que fuera un adulto.
En el año de 1968, Raúl Vera, hoy obispo de Saltillo, fungía como estudiante de la Facultad de Química, de la UNAM. Un periodo en el que las universidades hervían de entusiasmo y la politización alcanzaba a los jóvenes.
Pero la vida que Raúl había imaginado para sí mismo, que era obtener un empleo como ingeniero químico, casarse y formar un hogar, terminó siendo la vida de su hermano Carlos Vera López, quien, durante el sismo del 19 de septiembre de 1985, sufrió la pérdida de su esposa Lourdes y su hijo Rodrigo.
El movimiento telúrico provocó el desplome del edificio donde Carlos Vera y su familia vivían en la colonia San Rafael. Durante días Raúl, teniendo ya una vida dedicada a la iglesia, y su hermano pasaron las horas quitando escombros a fin de poder encontrar los cuerpos de Lourdes y de Rodrigo.
El cuerpo de la esposa de Carlos fue encontrado la misma noche del 19 de septiembre, pero los restos de Rodrigo fueron hallados hasta una semana después.
Raúl Vera retomó el camino espiritual mientras estudiaba en la faculta de la UNAM, y el lugar donde encontró un espacio de discusión social, activismo, política y religiosa lo halló en la Parroquia Universitaria.
“Los dominicos tenían una visión social amplia y discutían los fenómenos del primer y tercer mundo. Eso me fue seduciendo: que el sacerdote forma parte de una Iglesia que debe estar al servicio del mundo. Le aposté al evangelio cuando vi que con él podía transformarse el mundo, no obstante, lo que sí me dio trabajo fue renunciar a mis aspiraciones de pequeño burgués”.
Desde entonces el obispo de Saltillo, ha dedicado su misión a la defensa de todos aquellos a los que se les ha violentado sus garantías. Su activismo se ha enfocado en denunciar la violencia y la corrupción que azotan en todos los rincones de México.
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