La extraña y burlona historia de la palabra fifí
No hay transformación que no implique un cambio en el lenguaje, eso sucede porque en él se vierte inmediatamente el nuevo código, los aires de nueva época, como sucede en el nuevo Gobierno y con el presidente López Obrador, quien es dado a generar polémica a partir del uso de vocablos y refranes, como en el caso de la palabra “fifí”.
En una entrevista con Carmen Aristegui y a la pregunta “¿qué significa fifí?”, López Obrador respondió: “es un junior conservador”. Junior no es senior. El junior es el hijo de un hombre rico, ocupado y productivo, es un joven mantenido, al que también podemos imaginar mimado, imberbe, ocioso, inútil.
Desde entonces la palabra no ha hecho sino ganar terreno en la arena pública. Según la herramienta Google Trends, hacia finales de 2018 su popularidad se disparó gracias a personas que buscaron su definición y los detalles de la llamada “marcha fifí”, la manifestación del 11 de noviembre contra la cancelación del aeropuerto, que despertó más de una burla en las redes sociales. Se acudió a diccionarios, a interpretaciones sociológicas, a las citas de López Obrador para desentrañar un adjetivo que describía lo mismo medios de comunicación, protestas, bodas y personas.
El periodista Luis G. Hernández, acudiendo a una crónica a Alfonso Taracena sobre los fifís de los años treinta, quiso demostrar que “fifí” era y es “un simpático calificativo, que no un insulto”.
Más cerca del metrosexual
Una revisión de las obras literarias, periodísticas y gráficas de principios del siglo xx revela que “fifí” significó afeminado, aunque de manera peyorativa y satírica, no reivindicatoria. Otra peculiaridad es que la palabra solía dirigirse contra los jóvenes por su ocio urbano e inclinaciones estéticas.
Con el tiempo, fifí incluso se emparentó con la acusación de que alguien era fascista, sin perder por ello la observación burlona de que sus simpatizantes eran hombres afeminados. En suma, el término que hoy se defiende porque expuso la desigualdad económica durante la Revolución mexicana y la posrevolución también discriminó a un tipo de masculinidad que se alejó de lo heterosexual.
Este fenómeno es parecido al de principios de siglo XXI, cuando el terminó “metrosexual” fue utilizado por la mercadotecnia para describir a los hombres interesados por su estética y apariencia, sin embargo, la gran diferencia entre el fifí y el metrosexual estriba en el carácter afeminado del primero y la supuesta masculinidad del segundo.
El origen francés
Como muchas expresiones que se acuñaron en el Porfiriato, la palabra fifí puede haber tenido su origen en el país galo, precisamente en un cuento del escritor Guy de Maupassant, “Mademoiselle Fifi”, de 1882, que describe a un personaje varón pero identificado burlonamente por sus compañeros como “señorita” por la coquetería de su vestido, “su cintura esbelta, que parece ceñida por un corsé”, su “bigote incipiente”.
A menudo la palabra fifí aparece en la prensa y la literatura de las décadas de los veinte y treinta: en columnas, cuentos breves, novelas, en las páginas de una autobiografía en ese momento inédita (La estatua de sal, de Salvador Novo) y como subtítulo de un semanario (donde también colaboró Novo), en las narraciones y comentarios moralinos a la sección de la nota roja.
Las distintas referencias al fifí en esas décadas coinciden en su significado de afeminado, aunque no necesariamente se le acuse de homosexual. Esa acepción no se perdió del todo con el tiempo. Por ejemplo, El libro de las malas palabras (2001), un compendio de “insultos, maldiciones y palabrotas de uso diario en América Latina” del caricaturista Rius, consigna todavía “fifí” como “afeminado”.