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Las claves del nuevo TLC, y dónde México dobló las manos

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Este lunes trascendió la noticia de que Estados Unidos y México, después de empantanadas negociaciones, por fin habían llegado a un acuerdo para sustituir y mejorar el marco vigente de uno de los acuerdos comerciales más importantes del globo: el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).

Este acuerdo lleva 24 años vigente, e impide que productos claves como frutas y hortalizas, piezas automotrices y demás, paguen impuestos cada vez que cruzan la frontera. Este acuerdo mueve más de mil millones de dólares al año; y a la llegada de Dondald Trump, su marco vigente su puso en entredicho: el nuevo mandatario lo tachó de ineficiente, y le fincó la responsabilidad por su déficit comercial.

Las negociaciones, que tienen ya doce meses de haberse iniciado, llegaron por fin a un acuerdo parcial, con lo que se matan dos pájaros de un tiro. Se exorcizan las sombras que más miedo le causaban a México: las de la cancelación; y llegan en un momento clave para el mandatario estadounidense, dos meses antes de que se celebren las elecciones legislativas y se renueve su congreso.

Sin embargo, hay una tensión que subyace: el aislamiento que ha sufrido Canadá en las negociaciones de las últimas cinco semanas, y la animadversión declarada entre el primer ministro de aquél país, Justin Trudeau, con Donald Trump.

“Le vamos a quitar el actual nombre, Nafta, y lo vamos a llamar ‘el Acuerdo Comercial México-Estados Unidos’”, dijo Trump este lunes ante los medios, ufanándose por lo alcanzado con los negociadores mexicanos.

Esto ha dado pie a algunos análisis, cuyos expertos aseguran que México ha cedido en gran medida ante las presiones de Trump, y ha perdido la batalla moral ante el mandatario estadounidense. De acuerdo a lo declarado por el presidente mexicano, Enrique Peña Nieto, él se encargaría de hablar con Trudeau y expresarle la importancia de su incorporación al acuerdo.

Dónde México dobló las manos

Las demandas por parte de Estados Unidos de incluir una cláusula de terminación automática, de hecho, formaban parte de otras 65 “de máximos”, seis de las cuales eran prioridad absoluta para Washington.

De todas ellas las que más recelo causaban eran las de terminación automática, solución de controversias y el contenido nacional para la industria automotriz. La primera de ellas concebía una renegociación cada cinco años, que podría acarrear una cancelación total si las tres partes no alcanzaban acuerdo.

Esta sombra ha desaparecido, y el nuevo marco del TLC tendrá 16 años de vigencia; al sexto ejercicio se someterá a una revisión para mejorarlo y adaptarlo a la realidad económica. Después de esa revisión, las partes tendrán 10 años más para negociar y resolver sus controversias. Con ello, la famosa cláusula «sunset», que implica la extinción del acuerdo a menos que los tres socios ratifiquen su permanencia, ha desaparecido.

¿Cómo llegaron a ese acuerdo? México aceptó que los automóviles tengan 75% de contenido original estadounidense. Trump había reclamado un 85%, pero una cifra a todas luces inaceptable. La cifra acordada, no obstante, sigue siendo amplia, y constituye un duro golpe para la industria de automoción mexicana.

Estados Unidos también reclamó un uso mayor de acero, aluminio, cristal y plástico de origen americano, por lo cual se deduce que el superávit de México versus E.U, en esta materia, en los próximos años habrá de desaparecer.

En este sentido, los aranceles impuestos por ambas partes a esos bienes, después de un conato de guerra comercial en mayo pasado, se mantienen. Esto ejerce presión importante hacia Canadá, y hacia la Unión Europea, con quienes Estados Unidos espera resolver pronto sus diferencias comerciales.

El argumento principal de Trump para sus exigencias en materia automotriz era reactivar e incentivar su economía e industria nacional: su intención era la de desviar los capitales de las industrias manufactureras hacia nuestro país, gracias a nuestra mano de obra barata.

El nuevo marco del TLC establece que los automóviles deberán estar construidos en un 40 o 45% por trabajadores americanos, que ganen más de 16 dólares por hora trabajada (algo inalcanzable para México). La buena noticia es que asegura empleo bien remunerado para migrantes.

En este sentido, la Casa Blanca se comprometió a apegarse a algunas convenciones de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), aunque para Luz María de la Mora, antigua jefa de Negociaciones Comerciales Internacionales del Gobierno mexicano, “falta saber cuáles son esas convenciones, y si todas las entidades de E.E se habrán de apegar al nuevo texto”.

En materia de agricultura, México se comprometió a seguir comprando a Estados Unidos la mayoría de la carne de cerdo, pollo, sorgo y maíz que consuma, aunque México seguirá siendo el principal exportador de frutas y hortalizas que se consuman en el país del norte. Al nuevo texto se añadieron algunas mejores en biotecnología, y se eliminaron las restricciones por estacionalidad.

En materia de energía, otro de los temas más importantes, a raíz de la reforma energética, que el actual presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, en algún momento prometió revocar, y después “revisar”, queda prácticamente intacta: Estados Unidos seguirá teniendo pase abierto para invertir y extraer gas, petróleo y electricidad. Esto ha sido una buena señal para Estados Unidos, y algunos expertos aseguran que este nuevo marco del TLC ha blindado la reforma energética.

No obstante, la revisión de los contratos prometida por Obrador, seguirá su curso sin prejuicios. Finalmente, al marco actual del TLC, al que Canadá podría unirse las próximas cinco semanas, añadió clausulas importantes para el comercio digital (no habrá aranceles para las compras digitales de libros electrónicos, música, videojuegos y otros dispositivos), servicios financieros y propiedad intelectual.