Peña ama los mariscos mexicanos pero no le interesa mejorar la industria
Los sudamericanos se burlan constantemente de Bolivia por una misma razón: no tiene mar que lo rodee. Son la única nación de América Latina que sufre de este problema, ya que todos los demás países gozan de un pedazo de mar, al menos. México, por encima de todos, se ve beneficiado por dos océanos que dibujan su geografía.
Si México es un gran país para el sector pesquero, ¿cómo es que los estados dedicados a la pesca son también los más pobres? Este enigma ha acompañado a diversas zonas del país durante décadas. Ningún presidente ha prestado atención a la enorme industria pesquera en México y el tema se ha tornado demasiado grave.
Durante la administración de Enrique Peña Nieto el sector pesquero mexicano fue totalmente ignorado, generando que su avance sea aún más lento que otros mandatos. Pero, a pesar de la clara soledad de este sector, Peña presumió en su quinto informe de gobierno el gran impulso que su administración ha dado a los trabajadores pesqueros y a instituciones oficiales como la Conapesca.
Expertos y trabajadores de estas instituciones concuerdan en que el sector pesquero en México se encuentra en un estado crítico que es urgente atender. Peña está a menos de un año de abandonar la presidencia y no se ve claro qué candidato presidencial pretenda impulsar a este sector con una propuesta clara y realista.
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Tan solo en el estado de Sonora, los miles de botes pesqueros generan la captura del 78% del marisco que se consume en México. Con esta capacidad de operación tan grande, una persona se imaginaría que se trata de una gran industria capacitada y apta para sostener esa cifra. Lo cierto es que los pescadores mexicanos viven, generalmente, en la pobreza y sus ganancias no apuntan a una calidad de vida digna.
El tema preocupa a las instancias de investigación pesquera. Concuerdan en que hay que “darle valor agregado a las capturas y un mercado más justo que les permita a los pescadores no estar pensando en sacar mucho sino en sacar lo suficiente para satisfacer sus necesidades básicas”. Capturar cientos de kilos de mariscos no garantiza mejores ganancias en un sistema económico mal estructurado.
El gobierno disfruta los resultados
Tanto los pescadores como los expertos coinciden en que la centralización del poder afecta gravemente a los territorios pesqueros. Los encargados de las decisiones más importantes en este sector viven a cientos de kilómetros de una costa mexicana. No saben las condiciones en las que se trabaja ni los peligros a los que se exponen los pescadores cada día.
Pero si algo queda claro es que los mexicanos aman el resultado. Las cifras indican que una persona consume cerca de 10 kilos de marisco nacional al año. Uno de los fanáticos de los productos marinos es el propio presidente Peña, quien, según revisiones de los menús en sus visitas a varios estados del país, acostumbra pedir mariscos nacionales.
Ceviche, salmón, pescado, cangrejo, atún, jaiba, pulpo, todos estos manjares abundan en la mesa del presidente mexicano y, aún con ese fanatismo hacia los mariscos, continúa ignorando completamente las condiciones laborales y de vida de las personas que hacen posible estos banquetes.
Son décadas de soles extremos, manos cortadas, heridas y lesiones para poder traer a la mesa de cada mexicano un producto de calidad que eleva sus costos mientras más se aleje de las costas en las que fue extraído. Tan solo en cuentas finales gastadas en restaurantes de mariscos, la presidencia de México gastó 1.9 millones de pesos.
No hay victorias pesqueras
En el quinto informe del presidente mexicano, se presumió un aumento en las cifras relacionadas con la pesca mexicana. Lejos de los aplausos que le llovieron al mandatario priísta se esconden cifras totalmente opacas que no validan sus declaraciones. Desde el año 2014, y hasta ahora, no hay cifras contundentes que permitan validar las declaraciones de un crecimiento en el sector pesquero.
Basta una visita de pocas horas a las zonas en donde se extrae el marisco sonorense para darse cuenta de la condición precaria de los botes, las redes y las condiciones de vida de los pescadores mexicanos. Mucho del material con el que trabajan fue creado en los años ochentas y las embarcaciones siguen siendo las mismas desde hace décadas. Esto queda claro no solamente en el norte del país, prácticamente en cualquier costa de México se viven las mismas condiciones.
La Auditoría Superior de la Federación ha registrado la incapacidad de las instituciones oficiales responsables, señalando que el Inapesca “no contó con un diagnóstico para realizar la investigación, el desarrollo tecnológico y las innovaciones tecnológicas, así como la transferencia de tecnología”. Esto es un punto clave del retroceso en el sector pesquero. Se sigue pescando igual desde hace 30 años y no se ha aplicado tecnología que pueda mejorar las condiciones de trabajo.
Según estimaciones de gobierno, el plan para renovar a la industria pesquera se pretende iniciar en el 2022, bajo reservas. Por lo que la presidencia de Enrique Peña tan sólo aplazó el problema para que alguien más lo atendiera. El gran problema, concuerdan expertos, es que la pesca mexicana se ve como una actividad meramente económica, nunca como algo que involucre personas, cultura, ecología y biodiversidad. Detrás de la pesca nacional hay muchas cosas que ningún gobierno ha querido atender.
Habrá que ver si alguna propuestas presidencial para 2018 pretende ponerle atención, por primera vez, a este sector importantísimo para el país.