Peña y Grupo Higa, la amistad que destruyó comunidades y bosques
En más de una ocasión se ha señalado la relación entre Enrique Peña Nieto y Armando Hinojosa Cantú, dueño de Grupo Higa. Al empresario no le bastó hacerse de contrataciones públicas a través de la entrega de la «casa blanca», sino que, además, las obras que realizó, las hizo mal. En el Estado de México, un bosque habitado por comunidades otomíes fue partido a la mitad por la empresa, la carretera que pasa por él está mal hecha.
De expropiaciones y obras sin concluir
Antes de que el sexenio de Peña Nieto concluyera, tres pueblos del Estado de México, tuvieron que enfrentarse al poderío de la empresa de Hinojosa Cantú. A día de hoy, aún imponen resistencia a la construcción de la autopista Toluca-Naucalpan, en construcción desde hace años por Constructora Teya, una filial de Grupo Higa.
Todo empezó hace cinco año cuando un proyecto auspiciado por el Gobierno del Estado de México, en ese momento dirigido por el ahora Senador, Eruviel Ávila; el Gobierno Federal y el Banco Nacional de Obras (Banobras), derivó en un decreto de expropiación a sus tierras. La carretera sería construída a través de su bosque, dividiendo las tierras de cultivo y el que es considerado por los otomíes como su bosque sagrado.
El decreto de expropiación contempló que, si la obra no se terminaba con el fin para el que fue fijado, las tierras deberían ser devueltas a sus dueños originales. La empresa asegura que las obras llevan un avance del 90%, sin embargo, recorridos a la obra parecen probar lo contrario. Los habitantes no fueron consultados y el daño a sus comunidades es importante.
Las comunidades afectadas, Huitizilpan, Xochicuautla y Ayotuxco tienen la firme creencia de que la ley los respalda. En los cinco años que ha sido llevada a cabo la obra, han obtenido amparos de suspensión definitiva a la obra. A pesar de esto, han sido ignorados (los amparos), y la autopista continuó en construcción. Los otomíes declaran que la obra los está privando del derecho al agua al afectar los manantiales presentes en la zona.
Los habitantes de la zona le han exigido en tiempos recientes, al presidente Andrés Manuel López Obrador, que se reparen los daños que ha causado la obra. Aseguraron que el dejar que la obra continúe será ponerle un precio a la «no democracia» y que será una prueba de que el neoliberalismo no ha terminado en México (en referencia al rechazo del presidente al neoliberalismo).
Devastación e inconformidad a su paso
En los recorridos que han realizado los habitantes de las comunidades afectadas, dan fe de que las obras continúan, la maquinaria entra y sale sin cesar. En el tramo Ayotuxco, zona con amparos de suspensión, la entrada y salida de vehículos de la constructora, es permanente.
Las estructuras localizadas en esta zona presentan desperfectos visibles; algunas construcciones están chuecas o simplemente no llevan a ningún lado. Se pueden apreciar retazos de puentes con únicamente la loza sobre ellos y miles de toneladas de desperdicio pétreo a lo largo del camino. Los habitantes dicen que en gran parte de la obra no hay ninguna estructura, solamente pura devastación.
Entrevistado por Sin Embargo, Gabriel Aldama, uno de los habitantes del pueblo dijo que las principales inconformidades de los habitantes giran en torno a la destrucción de las áreas verdes, que por título son su propiedad.
«Nosotros nos defendemos contra las violaciones directas a nuestra comunidad. No queremos esta autopista. No nos consultaron. Por cuestiones de tejido social manifestamos que los tres pueblos están en contra del proyecto y del decreto de expropiación de Peña que ya expiró«.
No queremos esta autopista. No nos consultaron.
Asimismo, rechazaron el supuesto «proyecto alterno» presentado por habitantes de las comunidades. Quienes se oponen a la obra creen que estos están trabajando con las autoridades y la empresa. Esta propuesta contempla continuar con la obra, pero sin afectar los sitios sagrados. Explican que, los sitios sagrados no son las capillas, sino los siete cerros que comprenden el divino rostro, un sitio de oración para los otomíes.
«El proyecto alterno, es también sin consultar a la comunidad. Es mátame, pero yo te voy a decir cómo me vas a matar. No queremos ninguno».
«El tramo carretero afecta a los manantiales y nosotros estamos acostumbrados a vivir del bosque, hasta de los hongos de ahí. Toda la comunidad está enojada porque nos cortaron todos los caminos. Son cinco manantiales grandes afectados que surten a Ayotuxco y a La Magdalena. Hemos notado que disminuyó el agua en el pueblo, lo vemos en el riachuelo».
Se secan los ríos y se destruyen los manantiales
La afectación de manantiales es una de las partes más sensibles del proyecto, pues cerca de la construcción hay cuando menos 140 de ellos. A esto se suma que se parten los cultivos de la zona de Ayotuxco, a los que se les privó del agua, volviéndose dependientes del agua de lluvia. La carretera destruyó los lugares donde en antaño, se acumulaba el agua de forma estacional.
Los habitantes aún se preguntan cómo se supone que van a vivir si la carretera ha destruido su entorno. La obra ha dejado a su paso pozos de azolve destruidos, ajolotes afectados, el cauce de un río disminuido, la tierra contaminada por aceites y combustibles, crecientes riesgos de socavones y arena en el agua. La obra ya debería estar terminada, pero lo único que hay es material de construcción sobre un paso ancestral.
La empresa no construyó pasos de fauna, ni cruces para los habitantes de la comunidad. Las tierras han quedado devastadas en otra de las obras a cargo de la constructora preferida del gobierno anterior. Los habitantes siguen esperando, esperanzados, en que este gobierno sí cancele la obra. El tiempo dirá.
Consulta la investigación completa en Sin Embargo.