Directivos de un kínder mexicano abusaron de sus alumnos por años
El abuso infantil y la corrupción de menores es un delito que suele presentarse en pequeñas comunidades donde muchas veces las víctimas no denuncian por “el qué dirán” o simplemente porque no se siente apoyadas socialmente.
Tal es el caso del kínder Tlatelli, en Tepoztlán, Morelos, que ha sido denunciado por al menos ocho familias, quienes han señalado a la directora del kínder privado y a una de sus maestras, entre noviembre y diciembre de 2018, por corrupción de menores, abuso sexual, omisión de cuidados y amenazas ante la Fiscalía General del Estado de Morelos.
La Asociación Civil Casa Mandarina, fundada en el año 2000 y con varios reconocimientos por su trabajo en materia de derechos de la infancia y mujeres, ayuda a las familias en los procesos legales.
Esta asociación tiene conocimiento de 29 casos —aunque no todos han sido denunciados penalmente— en los que existe un patrón claro: el juego de los novios, nalgadas y ahorcamientos a los niños con el pulgar en la laringe. Todo acompañado de amenazas en caso de contar los abusos a sus padres.
A pesar de la denuncia por abuso infantil y abusos físicos, psicológicos, sexuales y corrupción de menores contra empleadas del kínder, realizadas en 2015, 2017, 2018 y 2019 ante el Instituto de la Educación Básica del Estado de Morelos (IEBEM), no se ha resuelto ningún caso.
Con un total de ocho denuncias ante la Fiscalía local en 2018 y al menos otras cuatro quejas formales ante el IEBEM —que depende de la SEP— de hace al menos cuatro años, la duda lógica es cómo es que el kínder Tlatelli sigue abierto.
El testimonio de una madre
Del kínder Tlatelli, en el barrio de Santo Domingo, se cuentan historias muy similares. Cuentos de terror sobre un “círculo de los novios”, castigos físicos, fotos de besos entre niños… conductas que, advierten psicólogos especializados, constituyen abusos sexuales y físicos por parte de las adultas que eran sus maestras.
“Era una escuela muy sencilla. Un solo salón, dos maestras (una de ellas la misma directora) y una asistente. Recuerdo que la primera vez que entré, todo me pareció muy callado, demasiado para los niños de esa edad”, cuenta Gabriela, madre de una de las víctimas.
María, hija de Gabriela, comenzó a cambiar. A los pocos meses de entrar en el kínder llegaron las pesadillas. “Gritaba que parecía que la despellejaban, cada noche le pasaba tres o cuatro veces. Volvió a hacerse pipí en la cama. Cuando fui a hablar con la directora sobre qué podía estar provocando esto, me dijo que eran celos de mi segunda hija”. En ese momento pensó que la explicación tenía sentido.
El siguiente gran cambio fueron los berrinches. Pasó de ser una niña tranquila a tener unos enfados de terror. Una escena de ejemplo: María, de cuatro años, no quiere acabarse la comida y Gabriela la obliga. Entonces la niña, en lugar de agachar la cabeza o hace un puchero, agarra el tenedor y amenaza a su madre. “Ojalá estuvieras muerta para reírme en tu tumba”.
La niña, cuenta su madre, no quería ir a Tlatelli. Pero no como a los alumnos que les da pereza ir a la escuela y se inventan una tos. María llegó a bajarse del carro en marcha, subirse a un árbol y tirarle los zapatos a su madre. Pero toda esta resistencia desaparecía en cuanto veía las puertas del kínder. Entraba tensa, recta, rígida, sin hablar. Solo cuando abandonó el kínder para ir a la primaria dejó de mojar la cama. “No sé», lamenta Gabriela, «cómo no vi las señales”.
Falta de sensibilidad
Gabriela comenzó un periplo legal que la acabó llevando por casi una decena de instituciones, entre ellas la Fiscalía de Morelos. Allí llegó el horror final. “María declaró que los metían en el baño y le hacían tocar los genitales como si fuera un vaso, que tenía que hacer para arriba y para abajo, mientras la directora les sacaba fotos. De eso nunca ha querido volver a hablar”, dice ahora su madre con mirada triste.
“Los niños quedan atrapados psicológicamente por su agresor y no pueden pedir ayuda. Normalmente, el abusador amenaza al niño con que no debe contar el secreto. Esto forma parte del abuso. Cuando les piden a los niños que hagan el juego de los novios y les dicen que se toquen y se besen, eso es abuso sexual contra el respeto de los niños”, argumenta la doctora Meade, que atendió el caso de María.
Gabriela asegura haber acudido a diferentes dependencias de este organismo en 2016 y 2017, pero Jonathan Valladares, encargado de la Fiscalía Regional Metropolitana, dice que conoció del caso en 2018.
“Nosotros tenemos cinco carpetas de investigación abiertas y ya hemos interrogado a dos de los menores. Necesitamos que nos digan tiempo, modo y lugar. Pero, hasta ahora, no nos han contado nada que podamos llevar a un juez. Los menores vienen, se presentan, entran en crisis y no nos dicen nada”, explica.
Sin justicia para las víctimas
En septiembre de 2018, cuando comenzaron una serie de denuncias en redes sociales contra Tlatelli, se celebró la reunión mensual que mantiene el IEBEM y los diferentes directores o sus representantes de las primarias en Tepoztlán. Según varias personas presentes, Moisés Ulloa López, supervisor de zona del IEBEM, pidió que no se abordara el tema de los abusos y dijo no tener una postura al respecto y que no era competencia del IEBEM.
Una de las directoras pidió ser leal a la titular del Tlatelli. Algunos de los asistentes se quedaron con la boca abierta y se negaron a cumplir con semejante petición, pero otros sí aceptaron, aunque Ulloa niega estas acusaciones.
Desde el IEBEM, su director, Eliacin Salgado, aclara que lleva en el cargo desde octubre del año pasado y dice no saber los motivos por los que las quejas presentadas en 2015 y 2017 nunca fueron transmitidas a la Fiscalía de Morelos.