El increíble azul que crearon los mayas siglos antes que los europeos
Por increíble que parezca, hubo una época en que el color azul era usado únicamente por unos pocos pintores privilegiados durante el renacimiento. Sin embargo, a miles de kilómetros los mayas lo usaban a discreción en sus murales: ¿cómo era esto posible?
Un color que valía su peso en oro
El color azul era un lujo que pocos podían darse en la Europa renacentista. Su creación, derivada del lapislázuli extraído en las minas de Afghanistán, era tan complicada y cara, que su uso era escaso y limitado a los pintores más prolíficos de la época.
Tuvieron que pasar casi tres siglos desde el renacimiento para que una alternativa sintética fuera creada, haciendo más accesible el azul ultramarino tan preciado y cotizado en la antigüedad.
La importancia que se le daba el azul puede ser claramente visto en «La Adoración de los Reyes Magos» de Rubens. En dicha obra, el azul se reservó para pintar las túnicas de la virgen María principalmente y a figuras de la realeza y sagradas.
Pinturas como la de Caravaggio estaban llenas de rojos y amarillas, pero con mínimas dosis de azul. En una época dónde el azul era tan raro, lo más cercano a un Caravaggio que se podía conseguir usando el azul, era un cuadro de José Juárez, un pintor del Nuevo Mundo.
El abundante y vibrante azul del Nuevo Mundo
Sin embargo, a miles de kilómetros de distancia, pintores como José Juárez, Baltasar de Echave y Cristóbal de Villapando usaban en demasía el color azul. ¿Cómo esto era posible? ¿Cómo en el Nuevo Mundo se usaba hasta el abuso un color que escaseaba y valuaba su peso en oro en Europa? La respuesta se encontraba en los mayas.
Alrededor del Siglo XX, los arqueólogos descubrieron que la civilización maya había inventado un color azul igual de resistente y brillante que los europeos. Todo esto, evidentemente, siglos antes de la llegada de los conquistadores a América.
Los arqueólogos encontraron que los vestigios del uso del azul más antiguos databan aproximadamente del año 300 de nuestra era. Una de las obras más destacables de ese periodo podrían ser los murales del templo de Chichen Itzá, pintados alrededor del 450 de nuestra era.
Sin embargo, el color azul no tenía un uso meramente artístico, sino que su importancia se elevaba a grado ceremonial. Los mayas lo utilizaban para los sacrificios y altares; aquellos que fueran a ser sacrificados, eran embadurnados de azul antes de morir. Lo anterior se encuentra registrado en las memorias de Diego de Landa, obispo colonial de la época colonial.
Aunque, quizá lo más espectacular, no era el uso del color, sino su increíble durabilidad. Se cree que los mayas utilizaron la planta de añil para la producción del color, más, esta se sabe era usada más para tintar que para pintar. Adicionalmente, el color índigo extraído de la planta, era propenso a degradarse al sol y la intemperie, por lo que se pensó que no se podría haber usado este colorante. Sin embargo, en 1960, los arqueólogos encontraron una arcilla llamada «atapulgita», que al mezlarse con el añil, le otorgaba una increíble resistencia.
Tras la llegada de los españoles, el azul de los mayas en conjunto con la cochinilla fueron explotados indiscriminadamente. Los colores que representaban la riqueza de la civilización maya serían saqueados como todos lo que la cultura representaba por los conquistadores.
Los maestros coloniales del azul
En la historia del arte, los maestros pintores del barroco americano apenas y son tomados en cuenta como una escuela menor. Las imponentes figuras de Rubens y Caravaggio ensombrecen su existencia y sin embargo, eso no los hace menos importantes.
Sus composiciones enormes y complejas diferían enormemente de las creaciones del Viejo Mundo. Pintores como Juárez y Echave Ibida, alimentaban la originalidad y estilo propio del Nuevo Mundo. Juárez evoluciona desde intentar imitar el estilo europeo hasta definirse dentro del Nuevo Barroco Español. Desde los enfoques dramáticos y la calidez que distinguían al barroco tradicional hasta las frías imágenes del nuevo barroco. El uso extensivo del azul en combinación de hermosos amarillos, rojos y verdes conformaban las enormes elaboraciones del pintor. Se considera incluso que la paleta de colores de Juárez era eminentemente más vibrante que la del propio Rubens con composiciones similares a las de Caravaggio.
En el caso de otro pintor como Villapando, el pintor más exitoso de toda la Nueva España, imitó el estilo aglomerado y desordenado de Rubens, concentrando cantidades inimaginables de personajes en una sólo escena, muy al estilo del «miedo al espacio» del barroco. A pesar de su reconocimiento y su intento de ser «El Rubens Novohispano», no cabe duda de que Villapando pintó con mano de obra y materiales propios de esta tierra, lo que hizo de sus pinturas unas más frescas, saturadas y peculiares en comparación con sus pares europeos. Claro ejemplo de la obra de Villapando es el mural de la cúpula de la catedral de Puebla, el único en su tipo en toda la Nueva España. En él se pueden ver a las nubes arremolinarse alrededor de la virgen, de los santos y los ángeles.
Por otro lado, Baltasar Echave Ibia no sólo usaba el azul como recurso pictórico eminentemente criollo, sino que llego a obsesionarse con él. Baltasar fue conocido incluso como «El Echave de los azules».
El azul maya, el mestizaje de los colores
A pesar de sus diferencias y distintos enfoques, si hay algo que es completamente cierto respecto a Juárez, Echave y Villapando, es que el uso del azul no solo delataba su origen criollo sino que efectivamente, no usaban lapislázuli para elaborar sus pinturas. No, los pintores novohispanos usaban el añil maya.
Lo curioso es que, a pesar de haberse extendido su uso en gran parte de la pintura del barroco novohispano, por alguna razón u otra, el uso del añil fue olvidado. La existencia de las pinturas con abundante azul, fueron la evidencia visual que acreditó la existencia de un pigmento azul ultramarino, totalmente distinto en composición y creación que el europeo.
El uso extensivo del azul maya, sus primeros usos en murales que datan de hace más de 1600 años hasta las obras de Villapando y Juárez, no sólo impresionan a propios y extraños, sino que son evidencia viva de una globalización anticipada. El choque de los mundos no sólo se limitó a lo político y económico, sino que alcanzó el arte en el más alto de sus estándares de la época. Un hecho simplemente espectacular.