Lozoya presumía joyas y mansiones, ahora duerme en una cárcel diminuta
Se trata de un priista criado en lo más alto de la élite política mexicana. La vida de Emilio Lozoya Austin ya estaba llena de propiedades de lujo, dinero sin restricciones, autos de lujo, joyas, pinturas de autores europeos y viajes por todo el mundo. Entonces resulta curioso entender por qué una persona que estudió en Harvard, tuvo siempre servidumbre a su cargo y podía tener una vida sin complicaciones ecónomicas saqueó tanto al país.
Desde que se acercó a Enrique Peña Nieto, Lozoya era ya un hombre con una increíble fortuna. Su padre fue ministro de energía en el sexenio de Salinas de Gortari y la actividad empresarial de la familia los hacía cómodamente ricos. Emilio estaba costumbrado a vivir en mansiones de lujo (la última en la que se escondió vale más de 100 millones de pesos), pero ahora el priista está recluido en una celda española diminuta.
En espera de una posible extradición, Lozoya se prepara para afrontar un juicio que podría condenarlo hasta a 15 años de prisión por haber recibido al menos 10 millones de dólares de la empresa Odebrecht como sobornos para ganar contratos en México. Al frente de Pemex, el peñista también aprovechó su cargo para cobrar fortunas para quien quisiera tener una reunión con él, además de orquestar al menos dos compras-estafa a la petrolera.
Mientras formaba parte de la élite política entre 2012 y 2018, Emilio Lozoya se compró también propiedades de lujo. Su caída y la de su familia empezó con la compra irregular de al menos dos residencias de lujo, una de ellas en Ixtapa y otra más en el barrio exlusiva de Lomas de Bezares. En estas transacciones se involucró también su madre (ahora en arresto domiciliario) y también su hermana. Con esto, la familia Lozoya entera se involucró en los saqueos.
Con cuentas en Suiza, desde donde se pagó por las propiedades, el priista y su familia más cercana está ahora cercada por la justicia mexicana. Los años de bonanza, lujos, viajes y compras millonarias parecen haber terminado para Emilio Lozoya, un hombre que gustaba de presumir sus relojes, trajes de diseñadores, autos de lujo, viajes por el mundo, séquito de sirvientes y guardaespaldas, además de fortuna en varios bancos.
La última imagen pública muestra a Lozoya esposado, con dos agentes españoles llevándole entre el edificio de detenciones hasta una camioneta que lo trasladó a la prisión. Un juez español le ha negado la libertad provicional por temor a que escape de nuevo.