Pronto podrás ver el Chimalli, el tesoro mexicano que volvió de Europa
Muchos conocemos el Penacho de Moctezuma, perdido quizá, para siempre, pues no puede regresar al país debido a su fragilidad. Sin embargo, poco se sabe del Chimalli, el único tesoro de la extinta civilización azteca que ha regresado de Europa. El Chimalli es un escudo circular conformado por plumas y pieles de animales que fuera un obsequio de Moctezuma a la Corona española, antes de la conquista. Tres siglos después, logró retornar a México gracias a las negociaciones de Maximiliano I de Habsburgo. Hoy, tras 20 años resguardado, será exhibido en el Castillo de Chapultepec en la Ciudad de México, en conmemoración a los 500 años de la llegada de Hernán Cortés a México.
El Chimalli: el regalo de los aztecas a la Corona española.
A día de hoy, se desconoce quién era el propietario original del Chimalli (que significa escudo o protección en náhuatl), más, los investigadores del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) han estado investigando sobre la composición de la pieza para determinar su origen. El escudo está conformado por pieles de conejo, ocelote y venado y plumas de loro, quetzal y pato. La arqueóloga Laura Filloy Nadal se refiere a él de la siguiente manera: «Por ser de piel de ocelote, nos hace pensar que era para alguien en especial. Tuvo que ser para alguien en las clases sociales elevadas, cercano al palacio real, o incluso para el emperador. No es un objeto común».
De igual manera, los estudios permitieron determinar que las medias lunas que decoran la parte frontal del Chimalli fueron en un principio hechas de láminas de oro, sin embargo, habrían desaparecido durante su viaje a Europa. Tras la caída de Tenochtitlán, cuando menos 200 piezas como esta fueron enviadas a España. En la actualidad, sólo se conservan cuatro en el mundo: la exhibida en Chapultepec (y única hecha con piel de un felino); dos exhibidas en Stuttgart en Alemania; y una más en Viena (Austria). Una de estas piezas es exhibida junto con el penacho de Moctezuma en el Museo de Etnología de Viena. Las rutas para llegar al viejo continente fueron distintas para cada una de las piezas.
La única pieza que ha cruzado dos veces el Atlántico.
Los investigadores creen que el Chimalli pudo haber salido de América en 1524 como parte de los obsequios enviados a Carlos I de España. Posteriormente el rey llevaría a su familia junto con varias de las piezas a Austria. A partir de este momento el Chimalli junto con otros tesoros aztecas, pasaron a pertenecer a la casa imperial de Austria-Hungría. No fue hasta 1865, con el ascenso de Maximiliano de Habsburgo como emperador de México, que se pide la devolución del Chimalli en su facultad de miembro de la casa real austriaca. El escudo fue enviado de vuelta al año siguiente, en 1866. Desde su retorno, forma parte de la colección del Museo Nacional de Historia de México.
Tras su retorno, durante el siglo XIX, la pieza era exhibida en un marco cubierto de vidrio en la sala de documentos antiguos del museo, antes ubicado en la antigua Casa de la Moneda de México. En décadas siguientes, fue trasladado al Castillo de Chapultepec como parte de la transferencia de las piezas al castillo. En el 2000 se construyó un estuche especial para la pieza, con el fin de conservarla y almacenarla adecuadamente, desde entonces, había dejado de estar exhibida al público.
«Es singular e inusual que se construya una exposición en torno a una sola pieza. Lo es porque es un objeto único de colección y es probablemente el único que cruzó dos veces el Atlántico».
Actualmente el Chimalli es exhibido en Chapultepec en una vitrina que permite ver ambos lados del escudo. El anverso es la cara más conocida de este, dónde se exhiben las exuberantes plumas de colores. El reverso muestra la detallada labor realizada por los artesanos azteca a través de la utilización de diversos materiales, mismos, que han perdurado por casi cinco siglos. El Chimalli está compuesto principalmente de elementos orgánicos, que por su naturaleza, no deben ser expuestos a la luz. En tres meses la pieza volverá a ser resguardada para su conservación.
Su estado de conservación es estable, pero una vez que termine la exposición, se guardará.