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El PRI aún controla el 43% de los sindicatos en México

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Durante décadas se gestó una fuerza laboral organizada que votaba en masa por un único partido. En cada campaña electoral, ya sea municipal o la presidencial, los sindicatos mexicanos exigen votos masivos para ciertos perfiles que protejan sus intereses. Se trata de las confederaciones priistas que han consolidado el poder político y económico de un grupo selecto de familias. Después del golpe electoral del primero de julio, el PRI aún puede contar con el apoyo de sus sindicatos aliados.

Para 2018, el 43% de los sindicatos en México aún está controlado por el PRI y responden a sus intereses. Esto representa mucho menor cantidad de confederaciones a su favor que hace dos décadas, pero aún así deja ver el poder político que el priismo ejerce en las uniones laborales en un país con el salario mínimo a 88 pesos. El medio SinEmbargo nos muestra cómo el total de los sindicatos están en manos de diez familias, y cuatro de cada diez le es leal al PRI, como en tiempo de Luis Echeverría.

Las siglas para entender todo esto son la CROM y la CTC. La Confederación Regional Obrera Mexicana y la Confederación de Trabajadores y Campesinos, ambas reúnen a cientos de pequeños sindicatos de todo el país, en una estrategia heredada desde el maximato en los años treinta. El PRI presume su poder sobre estas confederaciones básicamente porque fue el partido que propició su creación y su vigencia. Cada época electoral, la CROM y la CTC acuden en masa a apoyar a los candidatos tricolores.

La fuerza sindical en México genera una votación masiva que ha permitido que partidos antiguos como el PRI no desaparezcan. A pesar de los pésimos resultados electorales las pasadas elecciones, el priismo puede estar tranquilo de no entrar en una crisis de votos gracias a estos grupos que aún operan a su favor. A esta fuerza se añade la CROM (Confederación Regional Obrera Mexicana), el cúmulo sindical obrero más poderoso del país.

Por lo tanto, estos “brazos políticos del PRI” continúan acaparando el terreno sindical sin permitir que otras pequeñas organizaciones de trabajadores se generen. Con esto, no solamente se corta la libertad laboral, también se apunta toda a un solo partido sin considerar los intereses de sus agremiados. Es por eso que en las élites priistas se conoce muy bien los nombres de Carlos Aceves del Olmo, los hermanos Mendoza León y el polémico Gerardo González Guzmán. Se trata de los líderes perpetuos de la CTM, CROM y CROC, respectivamente. Incluso en México no se ignora el nombre de Fidel Velázquez, el eterno líder sindical priista.

Su dominio sobre los trabajadores no es simplemente electoral, también estas confederaciones han pactado con las presidencias mexicanas para someter a sus trabajadores a sueldos increíblemente bajos. Los salarios en el país siempre han sido una cuestión crítica que no se ha podido atender desde la única vía capaz de obligar a los patrones a reaccionar: los sindicatos. Los líderes de la CROC, CROM y CTC, entre otras, han generado pactos político-económicos con los grupos de poder para mantener a sus agremiados con salarios bajos a costa de enriquecerse de manera personal.

En el caso de otros sindicatos, como el SNTE, el ferrocarrilero y el petrolero, sus directivos han entrado y salido de cargos políticos sin problema alguno, además de acumular miles de millones de pesos en ganancias por tranquilizar a los trabajadores ante reformas laborales que han dañado el bolsillo y la estabilidad familiar de millones de trabajadores mexicanos. Romero Deschamps, Elba Esther Gordillo y Víctor Flores son los ejemplos perfectos para entender este compromiso entre sindicatos y el PRI.

Con la llegada del primer gobierno de izquierda en México se alcanza una intención por solucionar estas decisiones voraces de controlar a los trabajadores a través de las confederaciones. Se apunta, aseguran en Morena, primero a los líderes sindicales y después a sus organizaciones financieras para generar una libertad sindical que al parecer nunca se ha ejercido. El primer llamado es a votaciones de líderes sindicales sin presiones y el total anonimato.

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