Será difícil encontrar empleo después de trabajar para Enrique Peña Nieto | BREAKING

Será difícil encontrar empleo después de trabajar para Enrique Peña Nieto

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El gabinete peñista está plagado de acusaciones de inoperancia, falta de conocimiento, desvío de recursos y abuso de poder. Prácticamente cada persona que trabajó para el presidente mexicano tiene que estar aclarando públicamente que durante sus labores no se robó dinero, se trabajó bien y se sigue mejorando al país, aunque no haya evidencia concreta que apoye estas declaraciones.

Los hombres y las dos mujeres que aún trabajan para el presidente mexiquense ya están preparados para dejar sus cargos este último día de noviembre y dedicarse a algo más que el servicio público, en donde saben que no habrá puestos importantes derivados de sus trabajados para el bienestar de México. Muchos de ellos podrían abandonar el país, otros más dedicarse al ámbito privado, y seguramente habrán algunas ideas sobre regresar al PRI como partido para acceder a algún cargo interno.

El hombre que más polémica levantó durante el sexenio priista fue el padre de las reformas estructurales, Luis Videgaray. Fue secretario de Hacienda y después le entregaron la vacante de canciller mexicano, a pesar de no tener capacidad para representar a México ante el extranjero. Sus malas decisiones trajeron a Donald Trump al país, generaron adeudos históricos en las arcas mexicanas y se le investiga como presunto operador para desviar 250 millones de pesos hacia el PRI nacional.

Con todo este historial encima, Videgaray ha visto cómo el nuevo gobierno hunde de a poco su interés por reformar al país y al mismo tiempo se ha distanciado de Enrique Peña en la recta final de la presidencia. Entre silencios y distancia, el itamita que quería pasar a la historia como el gran reformador mexicano ha declarado que está por abandonar la política después del 2018. En un país en donde los secretarios más cercanos al presidente son candidatos a la presidencia, Videgaray asegura que no tocará de nuevo cargos públicos. Posible destino: la industria privada.

Otra persona que enfrenta acusaciones, en este caso mucho más graves, es Rosario Robles. Enrique Peña Nieto encontró en esta mujer experredista a una de sus aliadas más cercanas. Robles tuvo a su cargo básicamente todo el aparato peñista para apuntar programas sociales multimillonarios con fines electorales. Es la funcionaria más apuntada por el caso de La Estafa Maestra y continúa aprovechando cada oportunidad ante las cámaras para negar su participación en el saqueo masivo.

Primero como líder de la Sedesol y ahora de la Sedatu, Rosario Robles arrastra acusaciones de corrupción en prácticamente cada puesto que toca. Tampoco hay un futuro político claro para la priista después de que termine la presidencia. Con una actitud reacia, Robles insiste en que seguirá viviendo en México después de López Obrador llegue al poder a pesar de que los senadores mexicanos ya aseguraron que se iniciarán investigaciones sólidas para llevarla ante la justicia.

Arely Gómez fue quizá la pieza menos interesante dentro del gabinete de Enrique Peña Nieto. Sobre ella no descansas acusaciones directas de corrupción, pero sí demasiadas de inoperancia. Y es que la mujer que dirige actualmente la auditoría superior, y que estuvo a cargo de la PGR, ha brillado por su falta de capacidad para resolver temas polémicos para la justicia mexicana. Hermana de un alto funcionario en Televisa, la priista tampoco habría de lograr más cargos importantes dentro de su partido, por lo que se ve difícil un empleo nuevo que la reciba por su capacidad laboral.

El otro hombre que Peña decidió mantener en su grupo cercano a pesar de los escándalos es Gerardo Ruiz Esparza. Es quizá el fracaso maś grande en cuestión de logros laborales. Como director de la secretaría de Comunicaciones y Transportes, Esparza es el responsable directo de las muertes en el Paso Express y también del desastre financiero y de planeación del tren México-Querétaro, los retrasos en el tren México-Toluca y los sobrecostos multimillonarios del aeropuerto en Texcoco, recién cancelado.

Para las elecciones presidenciales del 2018 se esperaba que un secretario estrella de Enrique Peña fuera el gran nominado. Entre los rumores se hablaba de Osorio Chong o Aurelio Nuño, como posibles sucesores del mexiquense en la silla presidencial. Chong había fallado completamente en su lucha contra organizaciones criminales como secretario de Gobernación y también se le mencionaba demasiado como responsable indirecto en el tema de Ayotzinapa. Así que fue rápidamente descartado. Faltaba un perfil menos escandaloso.

A Aurelio Nuño se le relacionaba con los conflictos magisteriales y la fallida instalación de la reforma educativa. A base de policías y macanas, su estrategia para transformar la educación en México solamente logró alterar la política sindical y laboral de los maestros nacionales, por lo que su imagen tampoco servía para vender al PRI como un partido fresco. La decisión final fue la peor posible: se eligió al opaco Antonio Meade, un gabinetista sin partido, con problemas para hablar en público y con el carisma de una limón tieso.

Para estas fechas solamente Osorio Chong tiene un puesto importante, dirigiendo a un puñado de priistas en el senado mexicano. Aurelio Nuño logró coordinar la campaña presidencial de Meade y después de la terrible derrota, no se sabe nada de su futuro, después de que se anunció la cancelación definitiva de su fracturada reforma educativa. Nuño anunció que se retirará de la política por un tiempo, para enfocarse en la docencia y la industria privada.

Con esto, se vislumbra un futuro gris para los gabinetistas de Enrique Peña Nieto. Ninguno sale con su imagen limpia y solamente podrían encontrar oportunidades laborales en el sector privado, la gran cueva en donde por tradición se recluyen los políticos más polémicos en la historia de México. Lo cierto es que incluso el PRI nacional no quiere saber de estos personajes para las próximas elecciones intermedias en 2021.