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El PRD tiene pocas opciones: se reforma, cambia de nombre o muere

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Para los perredistas hay pocas salidas después de la paliza electoral del primero de julio. La fuerza del sol azteca que estuviera a poco de conquistar la presidencia en 1984 y 2006 está ahora sumida en deudas, con pérdidas enormes en ciertos territorios políticos, una desorganización interna y grupos confrontados echándose la culpa del fracaso en las urnas. La salida se reduce a un par de opciones, en donde desaparecer es una constante cada vez más atractiva.

Con pocos ánimos de mostrar democracia interna, el PRD busca a sus nuevos líderes en una época de ruptura y de aturdimiento que no terminan de comprender. Perdieron la Ciudad de México, varios estados clave, su mayoría en la asamblea capitalina y su importancia en las cámaras legislativas. Con todo esto encima, el perredismo ha anunciado que enfrentan una deuda enorme, derivada de multas electorales y otros temas que los tienen también enfrentando una crisis financiera. El historial de errores ha provocado que nadie realmente se apunte a dirigir al partido en los próximos meses.

Las opciones que el perredismo quiere tratar en un comité de diálogo nacional es ver para dónde dirigir los esfuerzos del partido que lanzara a políticos como Cuauhtémoc Cárdenas, Muñoz Ledo o López Obrador, pero también a gente como Alejandra Barrales, René Bejarano o Silvano Aureoles. Además de la propuesta de desaparecer completamente, entre los círculos perredistas ya se contempla una transformación radical de logo, nombre, colores y más. El partido que se apoderó de la capital del país durante años podría ser algo muy distinto en los próximos meses.

La imagen actual del partido tampoco ayuda demasiado. Con apenas dos gobernadores, el perredismo sufría acusaciones de ataques a los derechos humanos con Silvano Aureoles, en Michoacán, y Graco Ramírez, en Morelos. Además, el gobierno de Miguel Mancera en la Ciudad de México dejó una ola de violencia, inseguridad y claras señales de la llegada de cárteles del narco a la capital. Mientras tanto, el perredista entregó el control de la ciudad a una mafia inmobiliaria.

Con todo esto encima, parece ser que el nombre Partido de la Revolución Democrático ha llegado a su fin. La imagen de la fuerza de izquierda que buscara un cambio radical en México se manchó con la actuación de sus protagonistas y sus eternos conflictos internos. Recordemos que el perredismo es uno de los partidos que más ha permitido la creación de tribus internas que desde hace décadas se han peleado los puestos de mayor rango. Estos mismos son los que ahora habrán de votar por la continuidad o no del partido amarillo.

En la reciente legislatura, el perredismo es casi un adorno en el senado nacional. Con seis representantes en la cámara alta, apenas se alcanza a ver una injerencia de los amarillos en las decisiones políticas del próximo sexenio. Para el partido que sumara millones de votos en el pasado con su tendencia izquierdista, urge un cambio en la forma de aplicar política. Muchos consideran que habrá de reformarse todo para seguir vivos, menos las ideologías que marcaron la creación del partido.