Cambio climático amenaza las cabezas gigantes de la isla de Pascua
La isla de Pascua corre un riesgo inminente: las grandes cabezas que representan a la antigua civilización están a punto de desaparecer por el aumento de los niveles del mar. Las olas ya llegan tierra adentro y están erosionando la costa.
Durante años, las olas han roto las antiguas tumbas que contienen los restos de una de las civilizaciones más antiguas del océano Pacífico, dejando expuestos los restos de aquellos hombres que fueron enterrados en la isla junto con sus pertenencias, junto con pedazos de las cabezas gigantes que hay sobre estas tumbas.
Sin embargo, el aumento del mar ahora está dejando al descubierto tumbas mucho más nuevas, de personas que fallecieron hace menos tiempo y que fueron enterradas como la vieja tradición.
Hetereki Huke, un arquitecto indígena de la zona no sabe cómo expresar su temor cuando ve que el sitio que ahora se está erosionando es la tumba donde están sus ancestros.
“Esos huesos están relacionados con mi familia”, dijo Huke, un arquitecto, al recordar ese día del año pasado.
Las cabezas gigantes y las tumbas están ubicadas por toda la isla, desde la costa hasta la parte más alta. Pero ninguna de ellas se salva de los cambios climáticos que afectan el mundo.
Los nuevos modelos climáticos prevén que el mar podría aumentar 1.5 metros para 2100, por lo que las tormentas y las olas podrían volverse un riesgo mayor para todas las construcciones, pero también para los residentes y las reservas naturales que hay en el lugar.
«Te sientes impotente con todo esto, que no puedes proteger los huesos de tus propios ancestros. Es un dolor inmenso.”, dijo Camilo Rapu, líder de los Ma’u Henua, la organización indígena que controla el Parque Nacional Rapa Nui, el cual se extiende por casi toda la isla, así como los sitios arqueológicos.
La isla de Pascua es una de las islas habitadas más remotas del planeta, se ubica en la zona de la Polinesia en medio del océano Pacifico y fue habitada por grupos indígenas polinesios hace mil millones de años.
A pesar de que está a tres mil 500 kilómetros de América y tiene más relación con los grupos asiáticos originarios, este lugar forma parte de Chile.
Historia en riesgo
La isla de Pascua no es la única que corre peligro. Otra decena de islas en el Océano Pacífico podrían tener la misma suerte: las islas Marshall podrían quedar bajo el mar y Yakarta cada vez se hunde más y más, lo que ha convertido sus calles en ríos cada vez que una tormenta los azota.
Sin embargo, el riesgo de Rapa Nui, el nombre polinesio de la isla, es mucho mayor, ya que se puede perder todo un pasaje de la historia de esta región.
Los daños a los restos arqueológicos también amenazan la economía del lugar, que vive prácticamente del turismo: en 2017, llegaron más de 100 mil visitantes a la isla, lo que significó una derrama 70 millones de dólares.
Los tres principales atractivos turísticos son Tongariki, donde hay una fila de monolitos; Anakena, la principal playa de la isla; y Akahanga, un lugar de villas tradicionales. Estos tres lugares están en riesgo debido a la erosión por la creciente del mar.
Los arqueólogos temen que el oleaje también borre las pistas de algo que se han cuestionado durante años: ¿por qué desapareció esta civilización que construyó las inmensas cabezas de piedra?
Saben que la isla se volvió árida y que los europeos conquistadores llevaron nuevas enfermedades, pero desconocen por qué en 1870 apenas había unos 100 indígenas viviendo allí.
Los investigadores creen que las plataformas funerarias podrían contener las pistas que necesitan para establecer las razones. Pero todo esto podría perderse si la isla queda bajo el mar.
Otras áreas vulnerables con un reto mayor es el cráter volcánico de Orongo, el centro de la actividad de la civilización alrededor de 1600, los últimos años antes del contacto europeo.
Con las playas a punto de desaparecer, el volcán en riesgo y la afectación a los restos arqueológicos, el gobierno de la isla ha utilizado los recursos que le dio Japón para construir un muro marino que los proteja de las olas.
Aún no queda claro si ese muro marino será suficiente para detener la erosión o si los líderes de la isla deberán mover las tumbas funerarias y las cabezas gigantes a un lugar apartado de la costa para poder salvarlas.
Los empleados del parque consideran si anclar todos los restos a piedras más estables o moverlas a un museo.
“¿Podemos llevarlas a otro lugar? Sí, pero pierden contexto y parte de su historia si hacemos eso”, cuestionó Rapu, el arqueólogo.
Si bien la situación es preocupante, los isleños están buscando la manera de enfrentar el reto actual y poder hacer frente al cambio climático.
“Los isleños como nosotros siempre somos los primeros en enfrentar el cambio climático. “Hemos estado aquí por mil años. Ya hemos sobrevivido algo como esto. El mundo no va a terminarse. Y créeme, ya hemos sobrevivido un desastre ecológico antes”, aseguró Huke, el arquitecto.
Lee la investigación completa del New York Times aquí