Sin luz ni servicios básicos, así viven las mujeres que trabajan en el campo | BREAKING

Sin luz ni servicios básicos, así viven las mujeres que trabajan en el campo

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Dentro de la investigación de El País sobre las condiciones en el campo mexicano en las que se denuncian faltas de apoyo como seguro médico y prestaciones de ley, también se realizó el reportaje «Mujer y Jornalera» una vista sobre cómo son las condiciones de vida de las mujeres en San Quintín.

La familia de Gabriela Ortiz es originaria de Oaxaca y cada año viajaban al Norte para el trabajo en el campo. Actualmente Gabriela tiene 25 años y heredó el oficio de su madre, quien ahora sufre de dolores musculares debido a los plaguicidas y a malas posturas. Gabriela trabaja durante ocho horas, tiempo en el que debe pizcar 25 cubetas de tomate o pepino, si lo logra le pagan 180 pesos y un peso extra por cada bote que logre rellenar.

La empresa en la que trabajan es Productora Agrícola Industrial del Noroeste, negocio dedicado a comercialización de col, pepino, tomate, entre otras verduras. Actualmente han llegado a expandirse a Estados Unidos mediante una filial en San Diego llamada Pinos Produce. Sus exportaciones a este país son tan importantes que en 2016 vendieron 324 toneladas de tomate con un valor comercial de 228.4 millones de dólares, esto significa una ganancia mensual de 19 millones de dólares.

Los Pinos se ha vuelto una empresa fuerte mediante la compra de empresas más pequeñas y firma de contratos con empresas grandes de Estados Unidos como Walmart. También destacan por sus malas condiciones de trabajo ya que han violado los derechos de los trabajadores además de los bajos pagos que realizan. María Lucila Hernández, una de las jornaleras, reveló que durante 30 años han tenido el mismo salario

Hay que considerar la condición de ser mujer en este ámbito ya que «La jornalera, más que nada, es la que hace un triple jornal: empieza su día a las tres de la mañana porque tiene que hacer la comida para irse a trabajar». Además, según los trabajadores «en cuanto un trabajador se queja o exige sus prestaciones, lo despiden».

Los dueños de esta empresa, cuatro hermanos de apellido Rodríguez Hernández, han estado ligados al poder político. Por ejemplo, en el 2009, el expresidente Felipe Calderón acudió a uno de los cumpleaños de los hermanos. Antonio Rodíguez Hernández fue secretario de Fomento Agropecuario, dependencia encargada de instrumentar políticas públicas para el desarrollo integral del campo. La Central Independiente de Obreros Agrícolas han denunciado que Antonio usó su cargo público para extender su negocio, por ejemplo, en su calidad de funcionario viajó a Medio Oriente para conocer nuevas técnicas de riego que luego replicó en Los Pinos.

Malas condiciones de vida

Esmeralda, otra de las jornaleras, vive en Santa María de los Pinos, un asentamiento irregular creado entre el gobierno federal, estatal y la productora para reubicar a los trabajadores, aunque en el rancho hay una guardería, queda muy lejos para llevar a los niños a las cuatro de la mañana. Esmeralda empezó a trabajar como jornalera a los 8 años y recuerda que le pagaban mucho menos que a los adultos. En esa época vivía en un campamento sin luz ni servicios básicos, entre ratas, cucarachas y pulgas.

El 16 de marzo del 2015, 50 mil trabajadores realizaron una huelga para exigir un sueldo digno y mejores condiciones laborales, los policías detuvieron a 200 personas entre las que había mujeres y niños y a los demás los dispersó con balas de goma y bombas de humo. La Comisión Nacional de los Derechos Humanos reconoció que las condiciones laborales de los jornaleros son una violación a los derechos humanos, ya que no cuentan con prestaciones de ley, tienen largas jornadas y ni siquiera cuentan con un contrato.

Entre sus demandas se encontraban un incremento a su salario a 300 pesos por 8 horas, prestaciones de ley, vivienda digna con agua potable, drenaje y electricidad, poner un alto a la discriminación por ser indígenas y al acoso sexual y terminar con el trabajo infantil. A pesar de haber sido un movimiento grande, lo único que lograron fue un aumento de 115 a 150 pesos.

A pesar de que el costo de la mano de obra y la productividad les permiten a las empresas tener competitividad en Estados Unidos lo que se traduce en grandes ganancias, estas nunca llegan para mejorar la calidad de vida de los trabajadores del campo.

Lee la investigación completa en El País.